Testimonio de Dolores
Voluntaria
¡Un gran descubrimiento! Así califico al Centro Ave María.
Recién jubilada, sentí una fuerte pulsión de hacer “algo” dedicado a gente vulnerable; no sabía muy bien qué. Las circunstancias me pusieron en contacto con Chary. Ya en el primer encuentro me sedujo su fuerza: el sólido compromiso que tenía establecido me empujó a quedarme allí. Conocí, de paso, a las voluntarias que asistieron a la reunión de la inauguración de curso. Todo era sencillo, pero grandioso; simple, pero complejo; fluido, pero compacto. En fin, todo un cúmulo de sentimientos se agolparon en mí; sin duda, éste era el lugar que buscaba.
El primer curso impartí clase de francés. Simplemente, el martes. Me di cuenta de que estaba atrapada: el martes era mi día preferido. Se abría la puerta de la casa y aparecían los holas; los abrazos; las sonrisas; los niños y todo lo que contribuye a formar una grandiosa familia…
Fechas significativas en que la participación es masiva; ocasión también para confirmar y celebrar la comunión del Centro; las ganas de compartir, de confraternizar, de conseguir el común objetivo: aportar cada una lo que llevamos dentro.
El siguiente curso tuve la opción de conocer a las madres y la labor que se lleva a cabo con ellas. ¡Qué pequeña me sentía ante tanta grandeza de entrega, de interés, de altruismo! Toda una lección de vida. Compartíamos “gestión de emociones” a través de pequeños talleres. En fin, mi principal objetivo era aportar ayuda; por supuesto; pero, realmente, fui yo quien se sintió ayudada y apoyada por todo el equipo que conforma el centro Ave María.
Gracias por tanto.