Testimonio de María Jesús

Voluntaria

Conocí el centro hace unos años de la mano de Joaquín, un hermano de los SSCC, celebrábamos la Pascua con jóvenes y llevábamos a un grupo para tener una experiencia de servicio, amor y fraternidad, propios del Jueves Santo. Desde luego, me quedó muy grabada la experiencia, y mucho tiempo rondando en mi cabeza lo que aquel día vivimos allí.

Meses más tarde volví  acompañando a Marco otro religioso de los SSCC, con un grupo de preparación para la confirmación. Algo me removió por dentro nuevamente, y desde ese momento decidí acoger el regalo que se me estaba dando, y empecé a venir al centro con regularidad, al principio los viernes por la tarde, y cuando el trabajo ya no me lo permitía cambié el paño del polvo de mi casa de la mañana de los sábados por venir al centro para estar con los niños

Una de las cosas que me sorprendió desde el principio es la alegría que se respira en la casa, desde sus paredes de colores y detalles de decoración de muy buen gusto, hasta las carreras chillidos y risas de los niños y de las mamás por los pasillos y el jardín. Muy pronto se percibe el espíritu de familia que reina, y siempre te hacen sentir en casa….

Otra cosa que me sorprendió mucho desde el principio es el ser una casa de puertas abiertas; abiertas para recibir, acoger, cuidar, mimar, sanar,  ayudar a madurar, pero, abiertas también para dejar marchar a quien elige en libertad otro camino a seguir…

Yo suelo estar en la ludoteca con los niños, ¿qué puedo decir? ¡¡¡Que es una gozada!!!! Es el tiempo de la semana para jugar al corro de la patata, reír, saltar, tirarte al suelo, meterte en la casita o simular que vas en el autobús… Es el tiempo de abrazar, besar, achuchar, llenarte de babas y mocos, ayudar a levantar… es tiempo de aprender de las dificultades de los primeros pasos, de admirarte por la vida que nace.

Es el tiempo de la ternura, de soñar con un futuro esperanzador para esas mamás y sus hijos. Es tiempo de aprender del valor y del coraje de estas jóvenes que no lo han tenido nada fácil en la vida, y luchan por salir adelante con su situación. Es tiempo de desaprender muchos tópicos, de valorar la vida.

Es tiempo de sentirte débil, pequeña, porque muchas veces no aciertas con la palabra oportuna para esa joven mamá que duda, que siente rebeldía, miedo, injusticia… y abandona…. Es tiempo de no entender pero de aceptar, de darte cuenta que no estás ahí para salvar la vida de nadie, que solo puedes hacer que esa mamá, ese niño se sientan un poquito queridos, valorados e importantes para alguien. 

Es tiempo en definitiva de aprender a mirar y a querer poniendo el corazón en las manos al modo de Jesús, o al menos de intentar que así sea…

Los sábados vuelvo a casa con un montón de agujetas, pero con el corazón tan esponjado que no me cabe dentro…y ese es el tiempo de apapachar, acariciar con el alma lo vivido.